sábado, 23 de octubre de 2010

La esquina de Delgado y Romero

La esquina de Delgado y Monseñor
Romero. Al fondo la catedral.
La primera vez que entré al Teatro Nacional de San Salvador fue por la presentación de una adaptación de la novela de Juan Rulfo: Pedro Páramo. Estudiaba bachillerato y entrar fue descubrir por dentro a un edificio que siempre me llamó la atención. De hecho pasaba por ahí cada mañana cuando viajaba en las rutas 1 y 26.

En realidad el Teatro Nacional no es un desconocido para nadie que vive en San Salvador. El elegante edificio en la esquina de la Calle Delgado y la Avenida Monseñor Romero está ahí desde hace casi un siglo, en uno de los puntos más transitados, una "zona recuperada" de ventas ambulantes -en varias ocasiones- y una de las estampas más fotografiadas en El Salvador.

Esta porción del Centro Histórico de San Salvador es quizá la que más me gusta. La Plaza Morazán es una de las mejor iluminadas por la noche, la música del reloj del edificio de parqueos (del mismo nombre de la plaza) suena cada 15 minutos y es uno de los distintivos de ese cuadro capitalino. En general hay mucha armonía en la arquitectura de algunos de los edificios, pero hay poca actividad en el teatro (luego de varios años de restauraciones).

Por muchos años, uno de los vecinos del Teatro Nacional fue la sede del Banco Salvadoreño -en el Edificio 129-. El Salvadoreño es la entidad bancaria más antigua del país, ahora propiedad del inglés Hong Kong and Shangai Banking Corporation (HSBC). El nuevo dueño sigue en la zona pero ocupa otro edificio emblemático de la zona: la ex sede La Hispanoamérica.

Del centro poco a poco se han ido retirando grandes empresas y muchos locales -incluido el Edificio 129- son usados por negocios que venden ropa usada, farmacias y otros que compiten con los vendedores ambulantes que pueblan las calles vecinas a la intersección de la calle Delgado y la avenida Monseñor Romero. Algunos incluso han hecho obras de restauración, algo que ha permitido que de alguna forma la zona se conserve.

El Teatro Nacional fue terminado
en 1917. Es patrimonio cultural. 
El centro ha cambiado mucho desde los 90 cuando asistí a ver el montaje de la obra de Juan Rulfo. Aunque esa no fue única vez que estuve en la Gran Sala. En otra ocasión el grupo de música andina del instituto en el que estudié tuvo una breve presentación en el recinto, otra vez fui por el Festival Internacional de Teatro Infantil...

Regresé al Teatro Nacional el sábado sábado 16 de octubre de 2010.No fui solo, llegué con tres buenos amigos para ver una presentación histórica. Llegamos temprano para ver la primera puesta en escena de Teatro Kabuki en el país y volver fue especial. La obra duró cerca de tres horas, la presentación fue muy didáctica y la verdad salí muy emocionado. 

El Kabuki generó mucha expectativa, de hecho nunca había visto al Teatro Nacional tan lleno como ese sábado. A las 4:00 de la tarde (cuando llegamos con Ron, Nátali y Pablo) las filas para el ingreso se ajustaban a los pasillos del Teatro, pero 20 minutos más tarde el lugar era insuficiente y la cola comenzó a salir a la calle, unos minutos más tarde era tan larga que salía a la calle Delgado, cruzó al sur por la avenida Monseñor Romero hasta llegar a la esquina con la calle Arce (que pasa frente a catedral).  Muchos no pudieron entrar. 

Salimos de la presentación a las 9:30 de la noche. El día fue perfecto para sacar algunos cuadros del centro de San Salvador. La gran convocatoria de Kabuki le cambió el rostro al Teatro Nacional y el Parque Morazán y da una idea de que alguna vez podríamos tener más actividad en ese cuadrante de la capital.

Ojalá que desde la Secretaría de Cultura y algunas empresas haya más apuestas por reactivar esa zona. SE vale soñar, sería interesante ver el renacer de ese distrito cultural, para mí son luces en un caótico centro capitalino, en especial de la esquina de Delgado y Romero.

El maestro Carlos Cañas es el artista responsable de esta
pintura que corona a la Gran Sala del Teatro Nacional.

Creo que me quedé muy corto al fotografiar a uno de los
edificios más bellos de San Salvador. Siempre hay chance de volver.
La presentación gratuita de Teatro Kabuki generó mucha
expectativa. El Teatro Nacional fue insuficiente. 
"Sagimusume", es la historia de un amor no correspondido. Una 
garza toma la forma de una doncella y expresa sus sentimientos 
a través de la danza.

“Sakkyo”. Una pareja de leones juguetea en un jardín.
El montaje es el recuerdo de un noble japonés que dejó todo
para convertirse en monje.

La estatua de Francisco Morazán (el integrador de C. A.)
es el punto central de la fotografía. Al fondo, la cúpula de la
catedral metropolitana sobresale sobre los edificios.
El Edificio 129 en la avenida Monseñor Romero (la 2a.
avenida Norte) fue la sede del Banco Salvadoreño. Ahora
es alquilado por un negocio que vende ropa. 

El Teatro Nacional cuenta con cinco espacios disponibles para el desarrollo de actividades: la Gran Sala, el Foyer, Lobby, Sala de Cámara y Pequeña Sala. El edificio fue terminado en 1917, tiene estilo renacentista francés. La cúpula de la sala principal cuenta con un mural del maestro Carlos Cañas. 
Su capacidad es de 650 asientos (Fuente: web de la extinta Comisión Nacional para la Cultura y el Arte).

(Próximas entradas: celajes de octubre y Bogotá)

domingo, 17 de octubre de 2010

La tierra del choclo y la papa

Reconozco que la comida ecuatoriana me supo muy bien. La papa y el choclo (al menos en la sierra) son los pilares de la cocina local, tanto que el choclo lo comí al menos de seis maneras diferentes y la papa... bueno, las papas, se comen también de varias formas y en algunos casos hay varias especies en un solo platillo.

La bienvenida en Mitad del Mundo fue con choclo, una mazorca de maíz tierno y un trozo de queso. El maíz andino es un poco diferente al que acostumbramos los centroamericanos, la mazorca es más ancha y los granos más gruesos y carnosos. Sabe muy bien, pero no me gustó el ají (una salsa picante echa con tomate de árbol, una "fruta-verdura" de uso extendido en las recetas ecuatorianas).

Canguil, chulpi, choclo y mote son solo cuatro nombres para diferentes formas para preparar al maíz. El primero es el nombre ecuatoriano para "palomitas de maíz", el segundo para el grano tostado que acompaña algunos platos como el Hornado o los ceviches y el tercero para la mazorca tierna.

Mote, el cuarto, fue el que más me gustó. Es maíz hervido. Es suave y tiene un leve parecido a la textura del arroz. Acompaña a varios platos como guarnición, entre ellos el Hornado, otro gran plato para el almuerzo que lleva tortilla (de papa), lechuga al agrio y cuero de chancho (algo parecido a los chicharrones).

Otra de las comidas que más me gustó fue el Yahuarlocro, un plato con base de papas que se acompaña con carne de cordero, aguacate y queso. Yahuarlocro es una palabra de origen Quichua que resulta de la unión de yahuar (sangre) y locro (papa). La papa es el caldo y la sangre es algo parecido a la "moronga", esta se esparce en el platillo que debe ser servido y comido caliente.

Postres hay muchos, pero me gustó mucho el "helado de paila", una helado artesanal que da fama a Ibarra, la capital de la provincia de Imbabura, ubicado a unos 130 km al norte de Quito.

Más allá de su comida este es un lugar con mucha historia y paisajes impresionantes como la Laguna de Yahuarcocha (algo así como el lago de sangre), el Corazón de Imbabura y otros detalles que enamoran a la vista y por la cual los mismo ecuatorianos la llaman "la ciudad a la que siempre se vuelve".

Tras una semana en Quito puedo decir que para mi ya no es solo la Mitad del Mundo, es un bonito país con gente a la que guardo mucho cariño. Un país que se extiende desde las islas Galápagos, pasando por los Andes y que se desliza suavemente por una joven Amazonía. Apenas y conocí un poco de los Andes pero puedo decir que es un país al que fácilmente dan ganas de volver y que para mí ahora tiene lugares como Ibarra, Cotacachi, San Antonio de Pichincha, Pomasqui, Guayllabamba, Los Valles y Atuntaqui, además de gente a la que se quiere más.

PD.
En el viaje solo extrañé dos cosas: mis frijoles y las tortillas de maíz.

Bebidas requiere un apartado especial en el blog, pero no tengo fotos de ellas. El vino caliente y el canelazo local son muy populares para las noches de frío e infaltables en el paseo por Las Rondas.

El Zhumil es una bebida muy buena de la que también aprendí se sirve en cantidades pequeñas, además que la goma en Ecuador se dice chuchaqui y que borracho es chumado. Aunque aclaro, no me "chumé" ni me dio chuchaqui.

Gracias de nuevo a Lorena y su familia.

Choclo con queso. En Mitad del Mundo.

Un pequeño almuerzo... realmente es para 3 personas o más...

Puesto de Hornado. Plátano, papas, carne y una versión de chicharrones.

Pan tradicional. No anoté el nombre, pero es tostadito (algo así como
palitroques pero más poroso) y se come con queso.

Los helados de paila de Ibarra, en el negocio de Rosalía Juárez. Atrás, en la
pared, hay fotos y recortes de reportajes sobre el particular negocio.


Yahuarlocro completo. Sí, el platito de atrás también.
Este es el local de helados de paila más famoso de Ecuador. El de
Rosalía Juárez, en la ciudad a la que siempre se vuelve. Ojalá.

Imbabura tiene un corazón. Esta formación rocosa tiene la forma,
aunque la bruma no me dejó fotografiarlo mejor.

Hay que hacer cuentas. Esta Pilsener es de 1913. Una foto para la polémica XD.


(Próximos posts: Bogotá, Teatro Nacional de El Salvador y celajes de octubre).