Emmett L. Brown (Doc), en Volver al futuro (1985)
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Siempre me fascinaron las historias de viajes en el tiempo, retar a la física y convertirme en turista de otra época.
La idea de irrumpir en el viaje de la imparable flecha del tiempo no es simple, pero despierta mi imaginación. De ser una viable, abriría un universo de posibilidades que por ejemplo me tentarían a tratar de intervenir o cambiar algunos momentos o quizá con más romanticismo a revivir los que más amo. Ni se diga de tratar de visitar momentos clave de la historia.
La flecha viaja inagotablemente, disparada desde el inicio de los tiempos, dejándo una estela de recuerdos, tantos que la memoria de la humanidad no los abarca todos. Algunos se van, otros, los menos afortunados, se pierden en el mundo del olvido.
Es extraño como uno ve al pasado de diferentes formas: con nostalgia, amor, felicidad, tristeza o sufrimiento. No importa el matiz, sea como sea el pasado nos cautiva seamos o no consientes de ello. El futuro es una relación a partee siempre está ahí, casi en nuestras manos, aunque a veces por pereza o indiferencia vayamos hacia el por inercia.
Microsegundos, segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros, décadas, siglos... la cuentas no se detienen. Tenemos medidas para todo, aunque nuestra propia existencia no rebase, en promedio, una centuria.
Nuestra efímera existencia se impregna de pequeños recuerdos que se almacenan en nuestra memoria. Recordamos algunos, desechamos otros e idealizamos a miles.
En los últimos meses he pesando en serio en el pasado, en el pasado cercano, en momentos que ahora recuerdo con especial agrado y del que tengo registro. El ejercicio tiene su magia.
La idea de una máquina pareciera estar reservada para la ficción. No lo sé. Los libros, fotografías y periódicos son en parte instrumentos para irrumpir en el pasado. Aunque solo nos permiten ver y no alterar el tiempo. Del futuro, en teoría, somos consientes...
Comencé a escribir este post una tarde de abril, hace ya un par de semanas. Hoy es el primer día de mayo y faltarán solo 60 días para llegar al fin del primer semestre de 2011. El tiempo también vuela.
Máquinas y viajes desde una biblioteca
Sobre la máquina y los viajes en el tiempo hay mucha literatura, como La máquina del tiempo (1895) de H.G. Wells, además de películas es historias que como yo sueñan con esos saltos temporales.
Una de mis películas favoritas es Volver al futuro (1985), la del condensador del flujos y el DeLorean en Hill Valley, una aventura que por primera vez me puso a pensar en la línea del tiempo aunque también advertía sobre los desastrosos eventos de una "paradoja".
En mi tiempo de bachillerato pasé horas en este ejercicio. Todavía no tenía clara la idea de querer escribir para un periódico, pero me fascinaba visitar la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, la que sin quererlo se convirtió en mi máquina del tiempo.
Siempre me llamó la atención el viejo edificio decorado con baldozas de mármol. De hecho lo conocía por dentro, de la época en la que fue la sede del Banco Hipotecario. Mi papá trabajó con el Gobierno y más de alguna vez pude entrar. Entonces no pasaba de los 10 años y las escaleras mecánicas (las primeras que vi en mi vida) despertaban mi curiosidad. ¿Cómo funcionaban?.
Pasó el tiempo y en plena década de 1990 las visitas a la Biblioteca se volvieron habituales. Caminaba desde la Corte de Cuentas hasta la Plaza Hula-Hula y desde ahí cruzaba por el Palacio Nacional hasta llegar al edificio, ubicado al frente de la Catedral.
La primera vez que decidí entrar lo hice con la idea fija de leer De la tierra a la luna (1865), de Julio Verne. Lo leí ahí completo. Luego la visita era por Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo.
Buscando 1977
Tengo varios años de no volver a la biblioteca, pero recuerdo cuando comencé a consultar la hemeroteca. En el sótano del edificio. Comencé con los diarios del día y luego solicitando colecciones enteras.
Esa zona era distinta no solo por estar en subsuelo, me parecía húmeda y un poco más alejado del ruido. Incluso un poco tenebrosa.
Viajé en el tiempo incluso a la fecha misma de mi nacimiento en 1977 y descubrí noticias que también incluían a mi familia de forma directa. Hacer ese viaje fue increíble.
El tiempo marcha inagotablemente. Tengo ya una década de trabajar como reportero y aunque no he sido riguroso en guardar mis escritos guardo varios.
La tecnología está dispuesta a ayudarme a perfeccionar mi técnica de regresiones. Tomo fotografías desde 2002, cuando compré mi primera cámara fotográfica de rollo, una Nikon EM (modelo de 1979). Ahora tengo un blog, puedo consultar los archivos en línea donde están algunos de mis textos y escribo en twitter o facebook según sea mi humor.
No sé si esos sean los mensajes en la botella que dejaré en el ciberespacio para lectores de otro tiempo, pero es claro que muchas cosas no están dichas. El futuro se sigue escribiendo y estoy seguro que por lo menos hasta ahora he vivido con ilusiones y en muchas cosas he dejado mi corazón, he conocido a grandes personas de las que aprendo día a día. Gracias a Dios por ello.
"Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos"
"La Historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla"
Ernesto Sabato
PD. En este post preferí no colgar fotos. Espero que a más de alguno de los visitantes esta entrada les haga recordar algo especial y quizá luchar por algo (o alguien) con quien quisieran compartir la vida y formar un futuro. La vida no está escrita.
NOTA: Esta noche publicaré una nueva entrada con fotografías del mundo Maya.
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