El lugar ha perdido el ímpetu que tenía hace 100 años, cuando la Alcaldía, el Palacio Nacional, la Iglesia del Rosario y la Catedral conformaban un circuito cultural y comercial donde se ubicaban algunos de los principales almacenes y centros de entretenimiento. Con los años, el Cine Libertad y el Teatro Nacional en operación plena daban otro aire a la ciudad. El centro estaba más vivo.
Luego de varios terremotos la ciudad ha ido moviéndose hacia los cuatro puntos cardinales, son muy pocos los que verdaderamente habitan en los alrededores del primer cuadro de la capital.
Dos veces al día el Parque Libertad es la parada obligada para los que atraviesan la ciudad. Ahí convergen estudiantes, empleados, vendedores, rateros, lustrabotas y obreros que esperan a que alguien solicite sus servicios.
Todo ocurre a la sombra del monumento en honor a los próceres de la Independencia, un obelisco de cuatro caras sobre el que se posa un ángel que mira hacia el oriente con sus alas extendidas y que ofrece dos coronas de olivo a los héroes de la patria.
El monumento cumplirá este noviembre 99 años de ser parte del paisaje urbano. Los cumplirá el mismo día en que se conmemoren los 199 años del primer grito de independencia en la región centroamericana. El que dice la historia ocurrió a pocas calles del transitado parque.
El centro es un lugar colorido donde casi no nos detenemos. La razón: la inseguridad. La zona es una de las más transitadas, pero también una de las más peligrosas de San Salvador . Está a pocas cuadras de la avenida Independencia, una de las zonas rojas, y está rodeado de algunos de los edificios que resultaron dañados tras los terremotos de 1986.
El auge del comercio informal también ha cubierto algunas de las fachadas de los negocios y esconde cada vez más la arquitectura de la zona que en casos como el Portal de La Dalia es original de la década de 1850.
En los últimos 20 años se han hecho esfuerzos para recuperar esta zona. El Parque Libertad fue intervenido en los 90 y recuperó parte de su brillo original durante la administración del alcalde Héctor Silva, quien demostró que se puede recuperar a la capital.
La vida sigue en la zona. En uno de los portales, a la sombra de grandes pilares, están algunas casas comerciales, negocios de fotografía y un pequeño ejército de lustrabotas que ven pasar el tiempo en un área que es testigo del nacimiento de la ciudad.
Recuerdo con nostalgia esta zona porque en los 80 vi en el Cine Libertad una película de Cantinflas, vi su neón encendido y caminé en las aceras de edificios como el de la extinta Compañía Salvadoreña del Café.
Estoy seguro que en esa época también vi al primer negocio café de mi vida, el Café Bella Nápoles, un pequeño local que todavía existe y que es centro de reunión de generaciones mayores. Ahí, en esas mismas calles donde todavía caminan los vendedores de iguanas de espuma que logran conectar con la mirada curiosa de los niños que ven como baila un reptil controlado por un alambre.
¿Qué pasará en los próximos 100 años?