lunes, 7 de noviembre de 2011

Nicaragua, Nicaragüita

[AUDIO] Nicaragua, Nicaragüita de Carlos Mejía Godoy




Es la última semana de julio de 2011, tras casi un mes de planeación llego a Nicaragua para cubrir un evento del Fondo Monetario Internacional para El Economista, la reunión será por tres días en un hotel de Managua.

El viaje es largo y un poco tedioso. El autobús regional parte de San Salvador a las 3:00 de la mañana y está programado que llegue a Managua antes de las 2:00 de la tarde. El itinerario no se cumplirá y llegaré al destino con más de dos horas y media de desfase. Un accidente en la ruta, retrasos y revisiones en la frontera harán lenta la marcha.

En la ruta, varios de los pasajeros duermen o miran una de las películas que se exhiben en el viaje, más tarde, otros estarán molestos por el retraso y por el fallo del aire acondicionado.

Managua nos recibe con lluvia y mucho calor. Yo me alejo de los reclamos y trato de identificar el lugar de la capital en donde me encuentro.

Llevo conmigo mucha ilusión, no solo por la cobertura, sino porque por primera vez estaré más de un día en uno de los territorios más grandes de Centroamérica, uno que siempre me llamó la atención, pero no es solo eso. Ayer, justo antes de salir me dieron una noticia que me impactó y no sé como interpretarla, así que buena parte del tiempo -mientras veo por la ventana- pienso en ello.

Anoche dormí poco. Como ocurre con las asignaciones lejos de la capital, estoy ansioso. Este viaje es diferente por muchas razones. Antes de esta semana apenas estuve menos de 24 horas en Managua. Creo saber a qué país vengo, pero rápidamente descubro que no sé ni la mitad de la historia. Se abre un país interesante.

*   *   *


Del lado hondureño del paso fronterizo La Fraternidad hay poco que hacer cuando el autobús se detiene. El edificio de la aduana tiene grabado el año 1945, afuera una cuadrilla de albañiles trabaja en mejoras de tuberías y no hay espacios para bajar y esperar el trámite, al menos si uno espera ver bancas.

La mayoría opta por quedarse frente al bus para protegerse del Sol. Hace calor. No hay comercios a la vista, pero llegan algunos vendedores ofreciendo bebidas, junto con ellos aparecieron los cambistas con grandes fajos de billetes y su ruidoso estribillo: "¡Compro, compro, compro!".

Supongo que si es así la aduana de Honduras del otro lado la suerte será peor. Me equivoco de nuevo.
Del lado nica lo primero que veo es un rótulo con la leyenda "Bienvenido a Nicaragua", la señal está averiada, golpeada por algún carro.

La aduana nicaragüense es un edificio circular amplio, hay más comercio alrededor, incluidos las casas donde hay tiendas libres de impuesto. Compro un vaso de café y se acercan varias mujeres con huacales llenos de rosquillas. El resto se mueve alrededor del edificio antes de la revisión del equipaje.

Sobre el edificio estatal ondea la bandera roja y negra del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN), no será la única que veré sobre una oficina del gobierno ni en lo que resta para llegar a Managua.

Aquí hay campaña electoral y parece que esto es algo con lo que los nicaragüenses han convivido por meses. El rostro de Daniel Ortega, presidente de la República desde 2007 (su segundo período de mandato ya quedirigió al país entre 1985 y 1990), están impresos en varios carteles de la aduana.

"Poder ciudadano", "seguimos cambiando Nicaragua", "con todos y por el bien de todos" son parte de los mensajes de la -larga- campaña por la reelección de Ortega, un excomandante del FSLN que ya sin el verde olivo de los 80 se vende con una imagen reconciliadora, de blanco, cuello mao y con el mensaje de una ideología "cristiana, socialista, solidaria", con la que busca afianzarse en el poder.

Los tiempos han cambiado. Los carteles que promueven su campaña ("2 FSLN, vos ganás!") serían impensables durante la década de los 80.

Los afiches de la propaganda oficial incluyen a su esposa Rosario Murillo y a uno de sus más fuertes críticos en la era de la Guerra Fría: el Cardenal Miguel Obando.

De Murillo hay muchas historias, incluso la que le describe como la cogobernante debido al alto poder que mantiene sobre el Ejecutivo y que sobresale en el colorido estilo de la publicidad estatal, muy alejado de los cánones tradicionales y del cual sería la responsable directa.

Soles brillantes, tonos violetas y textos en fuertes amarillos serían su sello y se plasman en casi cualquier pieza publicitaria del Gobierno. Así que no es difícil creer en esas historias de un posible "cogobierno".

A falta de publicidad en diarios, radio o televisión, las imágenes se repiten en buena parta de los espacios públicos. Ya en Managua, las rotondas son lugares de privilegio para la propaganda oficial que aprovecha al máximo la exposición en los espacios públicos y que durante 2011 mantuvo encendidos a los árboles de Navidad.


*   *   *


La historia nicaragüense es muy rica y cuatro días no son nada para descubrirla. Así que esta entrada no pretende en convertirse en una análisis sobre este país, sino que busca trasladar las impresiones de una breve estadía.

El centro histórico de la capital es interesante, pero todavía guarda cicatrices del gran terremoto de 1972.

La ciudad se levanta frente a uno de los grandes lagos. Muy cerca de la orilla están la catedral de Santiago, el Palacio Nacional y la Casa Presidencial, todos rodeando a la Plaza de la República.

La Plaza de la República es un lugar tranquilo el día de mi visita. Es sábado por la mañana y no falta quien nos guíe por el lugar.

Frente a los tres edificios está un parque que honra a dos héroes nacionales: Carlos Fonseca Amador y Rubén Darío.

Un guía se apresura a atendernos y comienza a contar en detalle la vida de Darío. El parque y un monumento alusivo están cargados de símbolos, los que el guía recita de memoria mientras se apoya en un texto el cual no ve, pero hojea mientras habla.

La historia de Darío es muy rica y es un orgulloso símbolo nicaragüense que recibe a los visitantes desde el mismo momento del ingreso al país.

En el edificio de Migración en La Fraternidad, llama la atención tres cuadros con personajes y momentos históricos del país: en el primero está Rubén Darío, en el segundo Augusto César Sandino y en la tercera una alegoría de la Batalla de San Jacinto. Hechos que también son relatados por el guía.

Tengo mucha suerte, el día es bueno conmigo y aunque hay calor, no es la habitual temperatura de Managua, una ciudad que tiene una nueva catedral que se conoce popularmente como el "cartón de huevo", dos imponentes lagos, una vida tranquila y aquella sensación de querer volver.

Quiero volver a Managua, quiero pasar un día en León y regresar a Granada. Sin duda hay mucho más que descubrir de esta gran nación centromericana como su basta región Caribe, su Corn Island y un colorido ramillete de tradiciones que aún viven en este país y que sorprenden, como los bailes para los santos en las iglesias católicas.













Gracias a @ThreeLittleBs y @missymartinez por su hospitalidad durante mi visita a Nicaragua. Este post está dedicado a ellas y a una hospitalidad que realmente lo deja a uno con ganas de volver. Un enorme abrazo para ambas y disculpas porque de verdad hay tanto que escribir de su país.

Más de Nicaragua en:
http://vianica.com/sp/atractivo/33/centro-historico-de-managua

domingo, 2 de octubre de 2011

"Vamos a ver una puesta de sol"


Las puestas de sol son muchas veces un gran espectáculo de luz . Un gran regalo.
Entre septiembre y octubre, al final de la época de lluvias en El Salvador, es uno de los mejores momentos para disfrutar de los celajes con tonos que van desde el azul y el dorado, pasando por el naranja, hasta un extraño tono rosa. En la foto, el atardecer del sábado 24 de septiembre de 2011 en Olocuilta.

VI

¡Ah, principito, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me dijiste:

—Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol…

—Tendremos que esperar…

—¿Esperar qué?

—Que el sol se ponga.

Pareciste muy sorprendido primero, y después te reíste de ti mismo. Y me dijiste:

—Siempre me creo que estoy en mi tierra.

En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediodía en Estados Unidos, en Francia se está poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas…

—¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!

Y un poco más tarde añadiste:

—¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol.

—El día que la viste cuarenta y tres veces estabas muy triste ¿verdad?

Pero el principito no respondió.

[Capítulo VI de El Principito, de Antoine de Saint-Exúpery]



*          *          *




Hace poco más de un año comencé a escribir este blog. He disfrutado mucho haciéndolo, pero lamento no haberlo alimentado con la velocidad que prometí. Espero ponerme al día. En el tintero hay varias ideas que por falta de rigor no he podido terminar.

Esta es la entrada 18 y quiero compartir fotografías de las puestas de sol del último fin de semana de septiembre y del primer sábado de octubre de 2011.

Los atardeceres son un gran evento, incluso cuando uno cree que las nubes no dejarán ver nada. Siempre es impresionante ver como, a veces, —cuando muere la tarde— se logra abrir un espacio por donde se cuela la luz del Sol, que hace que las nubes se transformen y vayan de un gris profundo a un estallido de colores.

En la última semana he leído los comentarios de mis contactos en Facebook y Twitter sobre los brillantes tonos de la tarde salvadoreña. Las puestas de sol todavía enamoran.

El mejor atardecer que he visto ocurrió en Los Planes de Renderos hace un par de años. De ese día no tengo registro fotográfico, solo una diminuta pulsera negro y café que guardo con mucho aprecio (y todavía llevo en mi mano derecha).

También está claro el recuerdo de un sol rojo escondiéndose en el filo de la cordillera del Bálsamo. Desde entonces ya no los veo igual. ¿Nostalgia? Probablemente. Quizá no fue el atardecer en sí, sino la compañía la que lo hizo inigualable. De hecho, así es.


Abrí esta entrada con el Capítulo VI de El Principito, un libro que como los atardeceres logra conectar con miles de personas, con miles de historias que se suceden una y otra vez. 

El libro es un relato genial por muchas cosas. Siempre es interesante como logra hacer clic con los lectores, no importa dónde estén. Las metáforas de un desierto, una flor, un farolero y un zorro siempre cobran vida entre nosotros, en nuestros recuerdos.

Reconozco que en tras mi primera lectura quise ser ese diminuto personaje que apenas y movía unos metros su silla para deleitarse con el ocaso en su pequeño asteoroide del cual el nombre poco importa.

Leí El Principito por primera vez en la escuela, cuando no pasaba de los 13 años. Desde entonces lo he retomado varias veces, incluso en la universidad y ahora. Quizá no sea el único.

Entre sus frases están algunas de mis citas favoritas. 


El cielo en llamas. Detalle del Palacio Municipal de Santa Tecla.
Foto del domingo 25 de septiembre de 2011.


Lo que el principito no se atrevía a confesarse, era que la causa por la cual lamentaba no quedarse en este bendito planeta se debía a las mil cuatrocientas cuarenta puestas de sol que podría disfrutar cada veinticuatro horas.
Final del capítulo XIV, luego de visitar 
el quinto planeta, el del farolero.

.
¿Puesta de Sol sin Sol? Claro. El cielo gris apenas se abre para dar una colorida
despedida al día. Esta foto es de el 1 de octubre (Día del Niño en El Salvador). 

Al norte, sobre el rumbo de San Salvador (visto desde mi casa), apareció
esta enorme nube de tormenta. Lástima por los cables y por el poco tiempo
que dio para medir mejor la luz...


No vi el sol, pero sus rayos permitieron colorear al cielo. Tonos como este
naranja intenso del sábado 1 de octubre de 2011.

Nubes doradas bajo un cielo azul. El cielo es caprichoso. En realidad parece
un enorme lienzo donde un inspirado artista hace cada día su obra.
Foto del sábado 1 de octubre de 2011.

El cielo sobre El Paseo El Carmen, Santa Tecla. El domingo 25 de septiembre.
Dedicado a con mucho cariño a... [supongo que ella lo sabrá al leerlo. La quiero mucho]

lunes, 25 de julio de 2011

La fiesta de los panchitos

Desde pequeño escuché relatos de mi abuelo y mi papá sobre sus viajes a través de los cerros que van más allá de Joyas de Girón, Las Casitas, Las Lajas, Los Pajales, La Nancera, Los Encuentros y Panchimalquito. Nunca hice la ruta a pie, así que todo lo que sé lo escuché de ellos.

No lo sabía -o no las valoraba-, pero eran historias geniales. Relatos de pescas a la luz de la luna, milpas generosas, siguanabas que espantaban en los ríos, amates chillones, cadejos blancos y negros y un rosario de calamidades y cofradías que ahora pierden brillo o siguen desgastándose en la memoria. Sin registro.

Joaquín -mi abuelo- nació en Panchimalco en los primeros años de 1900. Su hermano, el tío Tránsito -Tancho-, contaba que su padre era un mulato que llegó a esa zona del sur de San Salvador a mediados de 1800. Eran mitad panchos.

No era difícil creerles, eran hombres que rondaban los 1.80 metros, de cabello rizado, una mezcla que aún perdura en algunos de mis tíos maternos, pero muy arraigados a las costumbres de antes. Guardaban los días santos, honraban a la cruz cada 3 de mayo y visitaban las novenas para el Sagrado Corazón o alguna de las advocaciones marianas.

El tío Tancho era osado y cada vez que hablaba de mi tatarabuelo fijaba un nombre en el mapa: Cuba.

Han pasado muchos años desde la muerte del tío Tancho y tres desde la partida del abuelo Joaquín. Ambos eran hombres alegres y muy dados a la música de guitarra, un don que por desgracia no heredé -aunque traté-.

Sus silbidos siempre anunciaban su llegada, eran melodías viejas que quizá ya nadie recuerda. No tenían letras, pero eran armoniosas. En las tardes de lluvia, bajo una capa y un sombrero, aparecían para sentarse en el corredor de la casa. Bebían café y charlaban con mis papás. Sin saberlo, sus cuentos me hacían navegar en un mar de relatos. Eran tiempos sencillos.

Con un tiempo menos agitado que el de ahora y una carretera más silenciosa era fácil escuchar las coheterías por las ferias y cofradías en la distancia, una especie de calendario audible y descifrable solo para quien está atento a los ruidos en el silencio del campo. Las explosiones de pueblos cercanos siempre llamaban mi atención y el abuelo Joaquín y mi papá siempre sabían de dónde y porqué se originaba la "tronazón". En la primera semana de mayo se trabata de la fiesta de los panchitos.

-"Esa fiesta siempre es bien alegre", decía el abuelo tras levantar su taza de café. Seguía: -"En la mañana iban los corredores de cinta. Dicen que a las tres iban a correr, quizá en eso están ahorita", agregaba tras beber un poco de la taza y masticar un pedazo de pan dulce.

Mientras la taza humeaba, el relato se extendía como el vapor oloroso que salía de la taza y comenzaba la descripción de la Cofradía que incluía chicha y tamales de gallina y un nostálgico "cuando estaba ´cipote` (niño) me iba a pata" de parte de mi papá que nació y creció en un valle más cerca de donde vivimos ahora.

Lejos de lo romántico que pueda ser el relato, casi siempre en los días de temporal salía un tema incómodo para mí, uno que me hacía dudar de seguir escuchando la plática: la muerte.

No era un tema frecuente pero mientras más cerrado estaba el cielo y más intensa era la lluvia,más presente era la historia de un huracán que arrastró con ganado y casas a la orilla de uno de los ríos de la zona sur de San Salvador.

Era más tenebrosa la de la mortandad por la epidemia del cólera que al parecer ocurrió entre las guerras mundiales. Mi abuelo, el tío Tancho y mi papá solían contar que entonces los muertos de Panchimalco se enterraban en el cementerio de Olocuilta, pero que esa vez  fue tal la cantidad de cadáveres por la epidemia que comenzaron a enterrarlos en un cerro a medio camino entre Olocuilta y Panchimalco. 

Lo que más me impactaba era escuchar el doloroso episodio de familias que volvían de enterrar a un pariente y encontraban a otro agonizando, un inimaginable círculo que me aterraba.

*  *  *

Panchimalco está a pocos kilómetros al oriente de mi casa. Conozco una parte del camino que se divide en calles polvosas y veredas que suben y bajan por cerros que no superan los 700 metros de altura, en bosques que reverdecen en la época de lluvia y que se marchitan con el viento y calor que se extiende de octubre a mayo.

No es una ruta sencilla y sé que está a unas cuatro horas a caballo y quizá a mediodía a pie.

Sobre el pueblo se ha dicho mucho. Las fotos del mismo suelen figurar en afiches turísticos y se destaca como un asentamiento que guarda muchas tradiciones, pero más allá de eso es un lugar con muchas carencias, varias no se retratan en esas coloridas fotos turísticas.

La Procesión de Las Palmas y el Día de la Santa Cruz de Roma se vive aquí con gran devoción por parte de los pobladores que viven a la sombra de el cerro El Chulo, un macizo de piedra partido en dos con un nombre popular menos "chulo": La Puerta del Diablo.

El arraigo aquí es grande. En tiempos de marcas y "modernidad" este es uno de los pocos lugares donde el refajo y la manta han persistido, en parte, gracias a las dificultades de una raza que en mayo baila y canta y recorre el pueblo llevando a dos imágenes de la virgen María, en una colorida marcha que incluye palmas decoradas con flores.

En mayo de este año asistí con Ernesto, un buen amigo, y por primera vez documenté esta fiesta con mi cámara. Una fiesta muy rica por los colores, la música y la pólvora. Por la comida y la chicha que se sirve en las cofradías.

Es la fiesta de los panchitos, una tradición que cada año recorre calles empedradas y desafía al tiempo y al olvido.


Las palmas decoradas son un símbolo para Panchimalco.
La procesión recorre todo el pueblo y termina con el ingreso
al templo.

Los historiantes son los protagonistas de las fiestas
en Panchimalco. Antes de iniciar su procesión visitan
la iglesia y veneran a las imágenes. No dejan sus machetes.
Desde 2001 (hace una década) se dejó de usar el colón  como
moneda de curso legal. Las viejas y pesadas monedas decoran
el sombrero de uno de los danzantes en Panchimalco.
Con corvos en mano y sombrero de "moros", estos niños están
dando nuevos aires a una costumbre.
La tortillera en una de las casas donde se preparan las
imágenes. La abundancia de comida es notable el día de
la fiesta, hay que alimentar a danzantes y cargadores.

La virgen María es venerada en Panchimalco en mayo.
En el resto del país son comunes las procesiones marianas,
conocidas como "Las flores de mayo".

Refajos y mantillas para la procesión. Las casas donde se preparan
las andas para llevar a la virgen destacan por el aroma floral, de tortilla
e incluso de tamales que se preparan en grandes peroles. La fiesta aquí
es un trabajo y muy serio.


Las "chengas" y un plato de frijoles y algo más de "con qué"
son una especie de pago para los historiantes que como se
puede ver no dejan sus machetes ni para comer.
Las niñas usan trajes típicos para acompañar
a la virgen en su recorrido por las calles empedradas
muchas llevan flores de veranera que sacan de una
canastilla para el paso de las imágenes y las decenas
de fieles.
La participación de niños es un gran aliciente
para una tradición que ha persistido por
generaciones en este poblado del sur de
San Salvador, el cual atrae a cientos
de turistas y pobladores de otros municipios.
La danza es colorida y el choque de los corvos
suele dar un aire peligroso a la celebración.
Las chispas suelen sacarse en medio de la gente,
mientras estos hombres bailan y cuentan una historia,
un relato de moros y cristianos.
Los cohetes de vara y su doble explosión siempre
anuncian la fiesta. Su "shhhhhh"de impulso
siempre alerta sobre los estruendos.
La virgen ingresa al templo, adelante van
los historiantes y las panchitas con flores.
Las palmas acompañan a la procesión,
quizá uno de los grandes distintivos de
esta fiesta católica.
El incienso cubre la bóveda principal de la iglesia
colonial, un diácono sostiene una vela y es bañado
por una luz violeta de uno de los vitrales del templo
al calor del sol de la tarde.
Muchachas que participaron en la procesión lucen
vestidos que alguna vez fueron vestimenta de uso regular
aquí, ahora solo es reservado para festejos y procesiones.
Aunque todavía hay señoras que usan su refajo y se
resisten a los nuevos tiempos.

jueves, 5 de mayo de 2011

Un viaje en busca de Kukulkán

Kukulkán es un nombre sonoro que evoca a un trueno. Para alguien que lo escucha por primera vez quizá sea difícil imaginar qué representa, pero esa palabra resuena con autoridad. 

Kukulkán es la serpiente emplumada de los mayas, una de las deidades más representativas de esa cultura y un símbolo compartido por otras pueblos mesoamericanos. Es el Quetzalcoatl de los aztecas y Gucumatz de los maya-quichés. 

Su simbolismo aún impera en las viejas ciudades y es en Chichén-Itzá, un lugar sagrado para los mayas-yucatecos, donde la legendaria criatura aún recala año con año, bajando del cielo para fecundar la tierra el día del equinoccio. 

El Popol-Vuh la retrata como fuerza creadora, de hecho la describe en el momento de la creación. Sin duda buscarla tiene relevancia y no cuesta imaginarla sobre las galerías de árboles de la selva petenera, la misma donde por siglos estuvo escondida la legendaria Tikal, la ciudad de las voces.

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El universo maya es rico en historias y contrario a lo que se vende, no se trata de una cultura perdida. Sus ciudades son el recuerdo del poderío y avances que alcanzaron, pero sus descendientes aún viven amparados en el recuerdo de la grandeza de sus ancestros.

Algunos hablan su idioma -o una de sus variaciones-, se guían por sus costumbres o inconsientemente siguen con algunos de los ritos que se fundieron con la religión de los conquistadores. Los hombres del maíz siguen de cierta forma ligados a la cosmovisión de una cultura que no solo se plasmó en la monumentalidad de ciudades como Copán, Ceibal, Uxmal, Tulum, Palenque, Tazumal o Dos Pilas. Está presente en muchos detalles, en la cotidianeidad.

La llegada de 2012 ha hecho que el mundo se interese de nuevo en ellos. Las interpretaciones sobre su calendario, los ciclos y las percepciones que tenían de la vida misma están ahora en boga. Kukulkán vuela de nuevo.

Han pasado ya varias décadas desde que arqueólogos redescubrieran el legado y popularizaran sus interpretaciones sobre la forma en la que llevaban las cuentas de su tiempo. Su calendario, una verdadera obra de cálculo matemático, le da un gran sentido a una civilización que alcanzó un importante desarrollo por su detallada observación astronómica y que reclama un lugar alejado del barbarismo extremo.

Es en Joya de Cerén, El Salvador, la vida de los mayas toma un nuevo sentido. En el sitio arqueológico se congeló un día en la vida de los antiguos moradores de estas tierras. Es un espejo de la vida cotidiana.

Aves de corral (un pato), temascales, edificaciones, cultivos de maíz petrificados y utensilios con residuos de sus alimentos dan otro sentido a esta cultura y demuestra que muchas cosas se siguen haciendo como hace 1,400 años, en la época que la violenta erupción del volcán Ilopango sepultó a la aldea.

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-"¿Es su primera vez acá?"

-"Sí, es la primera vez. La vista es impresionante..."

-"Esta es la pirámide es el Templo del Jaguar, es una de las primeras que se estudió y una de las más fotografiadas..." La voz corresponde a uno de los guías en Tikal y la descripción se realiza frente a un importante centro ceremonial en medio de los templos del Jaguar y de las Máscaras, dos enormes moles que se yerguen imponentes en un claro de la selva.

Llueve. El guía advierte que el piso arcilloso está resbaloso y que quizá no podamos ver a algunos de los animales que moran en el recinto. Nos advierte de los monos que acechan a los turistas y mientras explica, uno de los excursionistas divisa a un zorro. 

Es curioso, el pequeño animal no parece para nada intimidado y comienza a subir por la escalinata principal del gran templo del Jaguar. Sigue hasta la cima y de forma muy ceremonial gira la cabeza y ve hacia el piso, como si de forma consiente viera al templo de las Máscaras.

Así es Tikal una metrópoli que por mucho tiempo estuvo cubierta por la densa selva que literalmente devoró a las construcciones en un proceso que se antoja lento pero que toma otro matiz al ver la lluvia y escuchar las gotas que se cuelan hasta el piso lleno de ojarasca.

-"It's beautiful", dice otra voz. Se trata de una turista inglesa. En su mano derecha sostiene una cámara digital y su dedo índice apenas descansa. El obturador se cierra una y otra vez y en cada cuadro se graba un detalle de la ciudad. La excursionista se detiene a ver a la pirámide del Jaguar, la misma donde hace un momento estaba el zorrito. Lo hace desde la concurrida tarima en el tempo de las Máscaras y en su rostro se dibuja una sonrisa. 

Tikal y Chichén-Itzá son por excelencia dos puertas al pasado maya. Tikal, en el corazón del Petén, es un sitio especial donde la vida toma un sentido distinto: monumentalidad. Es literamente un mundo aparte, es uno de los parques arqueológicos más grandes del continente americano con 60 kilómetros cuadrados y con muchos tesoros aún cubiertos por la densa vegetación.

Más al norte, en Yucatán, en Chichén-Itzá, Kukulkán prepara su regreso cada abril. La mítica figura es esperada por miles que acuden para ver su descenso al pie del centro principal.

Ataviados con ropa blanca miles y miles de turistas y creyentes se acomodan para ver la llegada del personaje legendario. La tradición dice que ese día la energía se concentra en el templo donde algunos incluso abren sus brazos al cielo.

El guía levanta sus manos y comienza a aplaudir. El eco de sus acción resuena en la explanada, al pie del templo. El eco recala en lo más alto de la pirámide. La repetición y el eco genera un sonido impresionante que emula al canto del quetzal, el ave de largo plumaje verde de las selvas mesoamericanas.

Es domingo y una tímida lluvia envuelve al parque arqueológico. La prensa mexicana, citando a los administradores del recinto, estiman que este año habrá más de 11,000 personas. Caminar por los senderos se hace difícil. Chinos, japoneses, europeos y decenas de personas caminan en las calles de la vieja ciudad.

A media tarde el remolino humano se centra a los pies del templo principal, a un lado del parque de pelota y más allá del domo de observación astronómico. Kukulkán se prepara para bajar lo hará gracias al ingenio de los mayas y de la misma geometría. La sombra del sol del equinoccio produce un efecto óptico y la serpiente toca tierra ante la mirada de la muchedumbre.

La búsqueda de Kukulkán termina aquí, en una de las tantas ciudades que los mayas dejaron para la posteridad. A las puertas de 2012 el legado de esta vieja cultura mesoamericana está más vivo, aunque duela ver que en muchas comunidades sus herederos, los hombres y mujeres del maíz, viven marginados a la espera de tiempos mejores.


La ceiba es un árbol sagrado para los mayas. Mientras su copa 
conecta con el cielo y sus raíces son el nexo con el inframundo, el
cual para efectos occidentales no es el infierno.

Según la tradición maya, los cenotes son la entrada al inframundo, al Xibalbá,
el reino de los nueve señores de la noche. Estas formaciones rocosas son
muy comunes en la península de Yucatán y son creadas por ríos
subterráneos.

El disco del Jaguar (Balam), en Museo de Antropología David J. Guzmán, brilla
sobre una cerámica que emula a las ceibas. El disco es una figura
relacionada con el sol, la tierra y el inframundo. 

En Joya de Cerén, El Salvador, la erupción de un megavolcán
sepultó a una comunidad maya y conservó su estilo de vida,
en esta fotografía se aprecia un temascal.

La erupción permitió que se congelara un día en la vida
de esta comunidad. Así se encontró este pato, el cual
estaba atado en el patio de una de las viviendas.

El maíz es básico en la dieta mesoamericana. Esta mazorca
se ha conservado por centurias tras la erupción del volcán más
grande del país, ahora conocido como Lago de Ilopango.

Tras levantar capas de ceniza se ha logrado dar con cercos y cultivos.
La vida de una comunidad maya. Sorprende que muchas cosas se
siguen haciendo de la misma forma.

El año pasado el Gobierno de El Salvador reinauguró el museo del sitio
arqueológico, el cual tiene la categoría de Patrimonio de la Humanidad.


Barro y varas de castilla. La construcción se rigió por principios
que también fueron usados en la construcción de obras más grandes.
Un diseño similar puede verse en Chichén-Itzá. 

En Yucatán, México, una joven muestra el estilo de vida de los mayas a
los turistas. La disposición de las chozas es fiel a lo que se
descubrió en Joya de Cerén, El Salvador. Algunas de las
comunidades mayas han logrado integrarse al turismo en
diferentes formas, otras en cambio son marginadas.

La península yucateca es un polo turístico y una vez fue la sede de
varias de las más importantes ciudades mayas. Ahora es un
destino frecuente para turistas que buscan respuestas en
las interpretaciones de su calendario.

En Tikal, Guatemala, la selva esconde uno de los sitios arqueológicos
más grandes del continente. La lluvia casi siempre interrumpe la
visita. El viaje siempre es fantástico.

Los templos del Jaguar y Las Máscaras están frente a frente. Mundo
Perdido es el nombre de la tercera de la imagen. La toma es desde el templo
IV conocido como el de la Serpiente Bicéfala, que tiene 64 metros de altura.

Otra vista de Mundo Perdido.

El templo del Jaguar. durante mi visita pude ver a un pequeño zorro subir
por la escalinata principal. su andar era rápido y no me dio tiempo de cambiar
por el telefoto. Puede fotografiarle a la distancia antes de que entrara
a la habitación que corona a la pirámide.

En Guatemala los colonizadores dividieron a las etnias y una forma
para poder identificarlos fue asignar un color para cada una.
Muchas comunidades aún siguen bajo ese patrón y están
integrados a la economía.



El templo de Las Máscaras está justo frente al de el Jaguar (Balam).
Es curioso, el cineasta George Lucas usó esta porción de la selva
petenera que dio vida a la base rebelde de la luna Yavín.

Al norte, en la riviera maya, los rastros de esta cultura
todavía están presentes en estelas o ciudades, una de las
más bellas es Tulum.

En Chichén-Itzá las esculturas y edificios cuentan con ricos detalles.
El trabajo es impresionante pues aunque fueron hechas con herramientas
rudimentarias lograron efectos colosales que perduran.

El templo de Kukulkán es algo parecido a un imán en abril. Miles y
miles de turistas visitan el sitio arqueológico para ver como los
ángulos de la pirámide y la lus del sol permiten que la serpiente
emplumada baje para fecundar la tierra.


Los sistemas constructivos de los mayas y casi todas las
culturas mesoamericanas se basó en la construcción o
superposición de pirámides.

Chichén-Itzá tiene unos de los juegos de pelota mejor conservados.
En el presente hay representaciones del mismo. El campo como los muros
cercanos tienen ricas inscripciones. En esta imagen un guerrero es
apalancado por las serpientes.

La muerte siempre tuvo un sitio muy especial entre los mayas, no
solo como rito ceremonial. El respeto a los muertos era distinto al
de la cultura occidental al grado que en los poblados se disponía
enterrar a los fallecidos dentro de las casas.

El observatorio Caracol. Los mayas conocían la duración exacta del ciclo solar anual y que lo medían en 365.24 días. El Observatorio de Chichen Itza o “El Caracol” fue dedicado al estudio de la astronomía y consiste en una torre erecta sobre dos plataformas rectangulares. El nombre de El Observatorio se deriva de la inusual escalera al interior que semeja una concha de caracol. Desde lo alto de la torre, estos sorprendentes astrónomos realizaron observaciones a simple vista de las estrellas y registraron sus movimientos

Una serpiente emplumada adorna una plataforma a varios metros del templo
principal de Chichén-Itzá, conocido también como El Castillo. La representación
deja claro que el sitio estaba dedicado a la deidad, aunque también puede verse
a otras deidades.

Quetzalcoatl de los aztecas.

NOTA: el texto anterior se basa en el viaje a los tres sitios y a la explicación de guías e historiadores, además de lectura de investigaciones hechas con relación a los mayas. Bienvenidos todos los comentarios.


Enlaces de interés:
http://es.wikipedia.org/wiki/Tikal
http://www.parque-tikal.com/
http://www.chichen.com.mx/historia/index.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Joya_de_Cer%C3%A9n
http://www.ciudadesmayas.com/ciudades-mayas-en-mexico/uxmal-en-yucatan.html
http://oncetv-ipn.net/sacbe/mundo/el_cosmos_maya/
http://www.mayas.uady.mx/articulos/deidadesprincipales.html
http://www.regiosfera.com/las-10-deidades-mayas/
http://www.revista.unam.mx/vol.5/num7/res/res2-1.htm